La «Torre de Santa María» está situada entre los pueblos de Aldea del Cano, en la Ruta de la Plata, A-66 y Miajadas, en la autovía A-5 que une Madrid con Badajoz, muy cerca de Montanchez. Por la población pasa la carretera EX-206 y a unos 35 km al sureste de Cáceres, a 50 km al noreste de Mérida y a unos 30 km al suroeste de Trujillo.
Mediante el «Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura», a finales del siglo XVIII esta población era una aldea de Montánchez que, a su vez, era su «cabeza de partido». Previamente pertenecía a la Real Chancillería de la Ciudad de Granada de la que dista sesenta y cinco leguas. En esta época este territorio dependía del Priorato de San Marcos de León como «nulius diócesis». El lugar era realengo, es decir, que tenía dependencia directamente del rey. Por aquella época, «contaba con ciento cuarenta y ocho vecinos, incluidos el señor cura y dos sacerdotes». A la caída del Antiguo Régimen la localidad de constituye en municipio constitucional en la región de Extremadura que desde 1834 quedó integrado en Partido Judicial de Montánchez. En el censo de 1842 contaba con 200 hogares y 1096 vecinos.
Patrimonio
Fiestas Locales
Las principales actividades económicas que se dan en «Torre de Santa María» son la agricultura y la ganadería. En los últimos años estas actividades vivieron un importante receso debido, en parte, a que no resultaba rentable la explotación de la tierra. Además, la población más joven se dedicó a otro tipo de tareas, como el trabajo en las canteras de la comarca. Respecto al sector servicios, en el pueblo hay varios comercios pequeños, herrerías, pequeñas constructoras, locales de hostelería, en los que destaca un pequeño complejo hostelero en la entrada del pueblo con tres restaurantes y un hotel. Dentro este minicomplejo y alrededor del acceso al pueblo, se encuentra también una gasolinera, el complejo deportivo y la sede de la mancomunidad a la que pertenece la población. En el interior del pueblo existen pequeños bares y un par de casas rurales. Otro aspecto a destacar en la cuestión social es la existencia de una pequeña residencia de ancianos.
Hay una Casa de cultura, que está compuesta de un espacioso salón de actos, una pequeña biblioteca, un telecentro dónde se dispone de acceso a las nuevas telecomunicaciones de forma gratuita y un par de aulas para el desarrollo a la formación e instrucción de cursos.
La «Encina Nieta» es uno de los emblemas de la localidad. Recientemente ha sido declarada Árbol singular. Situada a las afueras del municipio, tiene unos cinco metros de circunferencia en la base del tronco. Se calcula que tiene unos 500 años y es digna de ser visitada por los amantes de la naturaleza.
En cuanto a las asociaciones podemos destacar:
Otros eventos importantes, mediante la colaboración de las dos asociaciones y la población son los de una feria temática de exhibición con utensilios y herramientas de nuestros ante pasados.
La fiesta de los Tableros
La fiesta de los Tableros tiene lugar el 21 de septiembre, día de San Mateo, Patrón de Torre de Santa María. Es la fiesta con más tradición de este pueblo.
En un principio fue una fiesta pagana, con reminiscencias de las danzas celtas y árabes, para pasar a ser semirreligiosa tal y como han evolucionado en otras poblaciones como Tablas en Albalá, Tableros de Valdefuentes y Tablas de San Blas en Montánchez.
Se comienza nombrando a las tableras el día de San Juan. Tradicionalmente las elegía la Iglesia y su número era de seis en adelante; las dos primeras eran las madrinas de San Mateo y las demás tableras acompañantes de las madrinas. En la actualidad ya no las nombra la Iglesia sino que se prestan voluntarias entre ellas para ejercer este «cargo». Lo normal es que sean jóvenes solteras aunque, a falta de ellas, ha habido años en que han sido casadas o niñas de entre diez y doce años.
Todas ellas son madrinas y tableras de San Mateo y antiguamente las madrinas eran las que confeccionaban todos los tableros. Ahora cada joven, soltera o casada, se ocupa del suyo. Las madrinas llevan los refajos bordados, mantón de Manila o pañuelos, mandil negro y una rodilla en la cabeza hecha de cintas. Una vez elegidas las tableras, cada una ha de buscar su danzador y contar además con los guías del baile, tambor y flauta, que son los que van a dar el tono, sentido y dirección a las danzas del «Chicurrichi», comenzando a ensayar con casi de un mes de antelación.
Era costumbre que las tableras pidieran un donativo en especies en todas las casas del pueblo para realizar los tableros. Antiguamente los torregueños contribuían con trigo, avena, huevos o cualquier otro producto que hubiera en casa pero esta contribución es últimamente económica. Aproximadamente dos días antes de las fiestas comienzan a prepararse los tableros. Todas las características y condiciones que deben cumplirse están bien definidas por la tradición: